El pasado 2 de Junio, el Tetris cumplió 25 años, así que con un poco de retraso rendimos un homenaje a ese juego que tantas horas nos ha hecho perder a muchos. Recordemos un poco su historia y veamos el por qué está relacionada con el artículo de ayer de Droblo.
Alexey Pajitnov era un informático del Dorodnicyn Computing Centre de Moscú que decidió dedicar su tiempo libre en el desarrollo de un juego para ordenador inspirado en uno de sus juegos de mesa favoritos, el Pentaminós, que consistía en rellenar un cuadrado con diversas figuras compuestas por 5 cuadraditos.
El juego, pese a sus carencias gráficas enganchó a todo aquel que lo probaba y se fue extendiendo primero por toda Rusia, después por los países soviéticos y finalmente occidente. Tanta era la adicción que provocaba que algunos sufrían el “efecto Tetris”
Se sostiene la teoría de que, al jugar suficientes horas, se adquiere en el inconsciente el “efecto tetris”. Este, consiste en varias cosas, por ejemplo, estar constantemente pensando como hacer nuevas combinaciones de piezas, soñar que se está jugando al juego, intentar acomodar cosas usando los principios del mismo o, incluso, para jugadores expertos, la capacidad de cerrar los ojos y crear un tetris en la mente, de las dimensiones que se elijan, pensando piezas al azar y acomodándolas, recordando como va quedando formada la construcción.
Mientras medio mundo padecía este efecto, Gorbachov comenzaba la partida de la apertura soviética pero por entonces los desarrolladores de software tenían un problema. La propiedad intelectual no existía, por tanto el juego pertenecía al colectivo y su desarrollador no iba a ver ni un duro o mejor dicho, rublo.
Veamos que nos contaba Alexey Pazhitnov en una entrevista.
En aquel momento, el tema de la propiedad intelectual era algo muy gris en la Unión Soviética en términos generales y sobretodo con el software porque no teníamos mercado de software, no existía. Por tanto, el tema de derechos de autor o copyright sencillamente no existía. Era una época muy ambigua. Durante los años 80, con el comunismo y la Perestroika, nadie sabía exactamente qué significaban todos esos conceptos. Por eso mi decisión fue renunciar a mis derechos durante diez años y dejarlos en manos de las autoridades soviéticas. En lugar de resistirme, decidí darles mi apoyo.
Cuatro años después Nintendo decidió incorporarlo a la consola Game Boy siendo ella la responsable de la mitad de las 70 millones de copias vendidas… y el pobre Alexey seguía sin recibir compensación
Por tanto, una de las base de un sistema de mercado se basa en el respeto a los derechos de propiedad intelectual ya que la garantía de que se respetarán es lo que hará que se invierta en investigación y desarrollo. Uno invertirá tiempo o dinero en investigar si sabe que podrá beneficiarse del fruto de su trabajo, ya que si no es así, esperaré a que lo haga el vecino para copiarle la idea.
Aquí entramos en un terreno espinoso. ¿Debe ser esto aplicable a todo?. Y para ello entraré en un clásico y polémico ejemplo. Imaginemos que mañana, una empresa farmeceutica saca la vacuna para de la última gripe y ciertos países deciden saltarse el sistema de patentes y regalarla a su pueblo. ¿Es eso bueno? ¿Salvará eso vidas?. Algo similar ocurrió en el 2001. Veamos que nos contaba por entonces el economista liberal Xavier Sala i Martí.
El problema es que no está claro que la derrota de las multinacionales acabe salvando millones de vidas. Es más, hay razones para creer que, si no se hace algo, pueda suceder exactamente lo contrario. Me explico. Si todo en la vida ya estuviera inventado, lo mejor sería que los derechos de propiedad intelectual desaparecieran y que todo el mundo pudiera producir y vender fármacos sin necesidad de pagar derechos a los inventores. Es decir, lo mejor sería dejar producir genéricos incluso antes de que expiraban las patentes. La competencia entre las empresas reduciría los precios hasta niveles asequibles y millones de africanospobres salvarían la vida.
Nos enfrentamos, pues, a un brutal dilema. Por un lado, si se permite que el Gobierno de Sudáfrica expropie a las multinacionales, se estará salvando a millones de enfermos de sida hoy, pero se puede estar condenando a millones a morir de otras enfermedades el día de mañana. Por otro lado, si no se permite, se da a esperanza a millones de enfermos de mañana, pero se condena a los enfermos de sida hoy.
Que dilema. Como véis ayer comenzamos la semana con las bondades del capitalismo pero lamentablemente encontramos ciertas encrucijadas que no convencen a nadie y en las que todos pierden. Hablamos de un sistema imperfecto, pero de momento es el que mejor ha funcionado incluso en momentos de graves crisis como la que estamos padeciendo ahora.