Hace casi un año hablamos por aquí de los premios Darwin y hoy nos toca hablar de otros premios peculiares, los premios Stella que son aquellos que se conceden a las demandas más absurdas, que nacieron con la intención de poner en evidencia el sistema legal americano. Estos premios llevan el nombre de Stella Liebeck, la cual, en 1992, a la edad de 79 años, sufrió un accidente en un McDonalds al caérsele por encima el café produciéndole diversas quemaduras de consideración; fue indemnizada con 2.9 millones de dólares. Desde entonces, en las tazas de café se advierte de que el contenido está muy caliente y de su peligro (tenéis más detalles en la Wikipedia).
Os rescato algunos de los más chocantes.
- En 2007 Marcy Meckler al salir de hacer unas compras fue atacada por una ardilla que vivía en el parque que rodeaba el centro comercial. Mientras intentaba frenéticamente escaparse de la ardilla y separarla de su pierna la señora Meckler sufrió lesiones graves. Exigió más de 50 mil dólares al centro comercial por no señalizar debidamente la presencia de las peligrosas ardillas.
- En el 2005 Christopher Roller demandó a los magos David Blaine y David Copperfield para exigirles que le revelaran sus secretos a él — o bien recibir el 10 por ciento de sus ganancias de por vida. Su argumento era que el era Dios y que los magos desafiaban las leyes de la física y eso solo podía ser obra de Dios (de él mismo).
- En el 2004 Rhonda Nichols fue atacada por un pájaro salvaje en el exterior de un almacén en Illinois causándole lesiones en la cabeza. Demandó por 100 mil dólares al almacén por permitir que los pájaros volasen libremente alrededor del almacén.
- En el 2002 el abogado Philip Shafer voló en Delta Airlines de New Orleans a Cincinnati. Le tocó un asiento al lado de un hombre gordo. Argumentó que durante más de dos horas sufrió malestar severo y angustia mental por la falta de espacio. Demandó a la compañía aérea por mas de 9 mil dólares.
Pese a lo absurdo de estas demandas, el sistema judicial americano sigue su curso con una salud envidiable, basta con ver la cantidad de series que hacen sobre abogados y a esto, hay que añadirle que noticias como la quiebra de General Motors puede ser una fuente de ingresos brutales para esa “industria” así como otros sectores que indirectamente saldrán beneficiadas de estas mastodónticas bacarrotas. Veamos que nos contaba el otro día en New York Times para ayudarnos a comprender la complejidad del caso y el porqué se ha intentado prolongar tanto su caída.
No sólo serán los abogados quienes estén ocupados gestionando la declaración en bancarrota de G.M., que posiblemente sería el caso mayor y el más visto en la historia del derecho. Dada su envergadura y su alcance, la bancarrota sería la más complicada que haya atravesado cualquier compañía americana: más compleja que las de Chrysler y Lehman Brothers, otros dos casos notables de empresas en bancarrota que ahora se abren camino en el sistema.
La declaración de bancarrota G.M., que se anunció ayer como parte de la reestructuración orquestada por el gobierno federal, generará tanta actividad económica (reservas hoteleras, comidas en restaurantes y más alquileres de oficinas) que Detroit espera que el caso se archive en el juzgado de bancarrota local.
Para los bufetes de abogados, las grandes bancarrotas pueden ser muy lucrativas. Weil, Gotshal & Manges, la empresa de New York que gestiona el caso Lehman, pidió recientemente la aprobación de una facturación de 55 millones de dólares por sólo un trabajo de tres meses del juzgado de bancarrota para ese caso. Weil Gotshal es una de las compañías que representan a G.M., que con certeza se asegura decenas de millones más en honorarios por representar al fabricante de automóviles.
Sin embargo, no es la única compañía que trabajará en ese caso. Ya hay cientos de abogados de casi todas las compañías principales que gestionan las tareas de reestructuración que han pasado meses preparando las resmas de documentos que podrían ser requeridos para la declaración de bancarrota por parte de G.M., que tuvo un ingreso global aproximado de 150 mil millones de dólares el año pasado, lo cual supone un caso más grande que el de Enron.
Muchas personas pensaron que la reestructuración de G.M. era una tarea muy complicada de llevar a cabo. “El caso duraría toda mi vida, la vida de mi hijo, la de mi nieto y quizás la de mi bisnieto”, dijo Stephen P. Yokich, dijo el último presidente del sindicato U.A.W. en una entrevista en 1995.
No obstante, G.M. consideró la idea seriamente al menos dos veces durante las dos últimas décadas: una vez en 1992, cuando la compañía se cerró por insolvencia, y de nuevo a finales de 2005, cuando corrió el rumor que solicitaron la declaración en bancarrota conforme a lo dispuesto en el Capítulo 11 en Detroit.
Ambas veces, los directivos de G.M. rechazaron la declaración en bancarrota, argumentando que hubiera sido un desbaratamiento para los proveedores de G.M., los trabajadores y las comunidades donde la compañía desarrollaba sus negocios. Otra razón era el coste: “Supondría 10 millones de abogados a 10 millones de dólares cada uno”, dijo el Sr. Yokich en 1995.
Sin duda, es una exageración. Pero aunque no hubiera tantos abogados implicados, durante el transcurso del caso se generarían unos honorarios legales que ascenderían a cientos de millones de dólares, teniendo en cuenta la importancia y los altos honorarios de los abogados encargados del caso.
El plan es separar los activos buenos de G.M. de los malos, con la idea de que la parte que posea los activos buenos sería una compañía viable, porque no soportaría la carga de los otros negocios. G.M. vendería marcas deseables como Chevrolet y Cadillac a una nueva compañía, que emergería de la protección de bancarrota en pocos meses. Los activos menos atractivos y los pasivos permanecerían en la antigua G.M. y finalmente serían liquidados.
Durante los últimos meses, G.M. había tenido los servicios de dos de los mayores expertos en bancarrota para que guiaran a la compañía respecto a lo establecido en el Capítulo 11 sobre la declaración en bancarrota: Harvey R. Miller de Weil, Gotshal & Manges y Martin Bienenstock de Dewey & LeBoeuf.
Mientras los abogados se preparan para tomar asientos, ya se han emprendido otros pasos para allanar el camino de la empresa hacia el juzgado.
La semana pasada, el sindicato U.A.W. alcanzó un acuerdo con G.M. que incluye concesiones por parte de los trabajadores y modificaciones a unos fondos de asistencia sanitaria que servirá para cubrir las prestaciones de los jubilados.
A los trabajadores de G.M. se les resumirán los cambios en el contrato en reuniones que se celebrarán el martes y el miércoles, y se espera que los voten durante la semana.
Según anunció la semana pasada la administración, las comunidades donde G.M. lleva a cabo negocios tendrán derecho a compartir 50 millones de dólares en asistencia federal.
También se ha ofrecido ayuda a los proveedores, y la Hacienda pública está inyectando más dinero en GMAC, el brazo de la compañía dedicado a los préstamos, que también proporcionará préstamos para Chrysler.
Los consumidores que compren coches de G.M. mientras la compañía se encuentra en protección de bancarrota verán sus garantías respaldadas por el gobierno federal, como está haciendo con los compradores de Chrysler.
“Nunca he visto un caso de bancarrota con una cara tan feliz como la de este caso”, dijo Gary N. Chaison, profesor de asuntos industriales en la Clark University en Worcester, Massachusetts, acerca del trabajo que se ha realizado por adelantado.
En consecuencia, ha cambiado totalmente el tono desde que los avisos graves de finales del año pasado acerca de que un caso de declaración en bancarrota conforme al Capítulo 11 supondría el final del mayor fabricante de vehículos del país. Ahora, dijo el Profesor Chaison, la actitud del gobierno es: “Vas a ingresar en el hospital pero eso está muy bien porque pronto saldrás y te encontrarás mucho mejor”.
Como véis, el trabajo que queda por delante no es sencillo y muchos serán los que salgan forrados de esta y otras bancarrotas.