A perro flaco todos son pulgas y si no tiene suficientes, cogemos una lupa para ver si encontramos más pequeñas. Últimamente habíamos oído hablar de ciertos términos preocupantes y desconocidos para nosotros como estanflación y deflación, así que ahora cogemos la lupa y encontramos una nueva la “ecoflación” o lo que viene a ser lo mismo, el previsible incremento de los precios debido a las necesidades de compromiso con el medio ambiente.
Hace medio año, El Mundo en su sección de ciencia se hacía eco de este término.
Las empresas que fabrican bienes de consumo de poca duración, desde cererales hasta champú, podrían sufrir una bajada en sus ganancias de entre un 13% y 31% para 2013, y entre un 19% y un 47% para 2018, si no adoptan prácticas ambientalmente sostenibles.
Y hace una semana, en el prestigioso blog “Huffington Post” escribían un interesante artículo que os traduzco a continuación.
Los mercados de valores optimistas apuestan a que la Gran Recesión, tocará fondo a pesar de la devastación de los sectores bancario y de la automoción estadounidenses. Pero los clientes aún no han incluido en las previsiones de los precios la inflación y el fenómeno recientemente acuñado como “ecoflación”. Es un juego de palabras particularmente inteligente utilizado por una reportera medioambiental de Reuters que describe los costes crecientes que supone mantener un negocio debidos al “cambio climático”.
Si se refiere al calentamiento global (discutido acaloradamente) o al elevado aumento de normativas gubernamentales y requerimientos medioambientales es cuestión de cada uno. Pero el hecho es que estos costes de mejora del negocio acabarán siendo repercutidos principalmente al consumidor, más que a los contribuyentes.
Los consumidores pagarán más por todo, una forma de inflación verde, en particular en los países desarrollados en los que los activistas medioambientales y la legislación están demandando mejores soluciones, que se recicle o una mayor receptividad a las preocupaciones de este ámbito. También pagarán más por la escasez de las materias primas que darán lugar a precios más elevados a medida que el crecimiento económico se reanude y los chinos, indios y otros se esfuercen en instalar las tuberías en casa y por conseguir un Nano coche de Tata Motors de 2.000USD$.
Estás serán las consecuencias
Leyes locales sobre medioambiente más duras combinadas con prohibiciones fronterizas frente a importaciones provenientes de países que tienen legislaciones más relajadas, impondrán costes enormes e irreversibles. Recordemos que todo se cultiva o extrae y la agricultura y la industria de extracción de recursos son los mayores culpables en materia medioambiental.
Los nuevos estándares también supondrán un coste fiscal debido a que los gobiernos tendrán que subsidiar a industrias o personas para que puedan seguir trabajando. Las fuentes de energía alternativas – eólica o solar – son 10 veces más caras que el sucio carbón u otros combustibles fósiles. Si se les obliga, serán los ladrones de puestos de trabajo, a menos que los gobiernos asuman algunos de los costes para evitar que las empresas se vayan o cierren o que los consumidores reduzcan sus gastos, y de este modo se pierdan empleos.
No es todo negativo
Lo único positivo para los países ricos es que la ecoflación también dará lugar a la repatriación de la fabricación y otros trabajos si los gastos de transporte se disparan por los aranceles, los impuestos sobre el carbón o los precios de las materias primas se elevan. El transporte de cargamento por barco a largas distancias y luego por carretera dentro de los mercados locales tendrá que ser sustituido por operaciones de fabricación regionales y centros próximos a los mercados de los consumidores.
Además los costes derivados del clima como la degradación medioambiental pasan factura. “Los costes derivados del calentamiento global se están manifestando a través de fenómenos meteorológicos como olas de calor más intensas, sequías, incendios descontrolados, y posiblemente tormentas tropicales más devastadoras, que aún no están afectando a los precios de los consumidores.”
Los expertos prevén que las economias más importantes impondrán un precio de 50USD$ por tonelada de emisiones de carbón a partir de enero, lo que supone hasta 10 veces más del precio actual sin imposiciones en el mercado estadounidense del carbón.
Esta semana nos ha dado por hablar mucho del capitalismo en el blog, comenzando con empresas que en antaño eran un claro ejemplo de su modelo pero que ahora están agonizando, países que aplican un peculiar sistema económico de “mercantilismo salvaje” y preguntas de hace 30 años sobre la muerte del capitalismo. Pase lo que pase, lo que está claro es que debido a la voracidad del estado de bienestar al que estamos acostumbrados tarde o temprano nos tocará pagar un “impuesto” ecológico, que algunos lo pagarán gustosamente pero otros se negarán cuestionándose la realidad del cambio climático.
¿Estaríais preparados para padecer la “ecoflación”? ¿Creéis que merece la pena?