Chrysler nace en 1925 a partir de Maxwell Motors, en 1928 ya puede considerarse una gran compañía que luchó con éxito contra la Gran Depresión produciendo coches baratos con innovaciones tecnológicas. Aún tras la muerte de su fundador (Walter P. Chrysler), consigue salir airoso de la II Guerra Mundial compaginando los automóviles con la producción de camiones militares. Fue en la década de los 50 cuando se forjó -gracias a nuevos diseños- la reputación de “ingeniería de excelencia” y en los ´60 se especializaron en coches lujosos, potentes y largos. Un Chrysler en una carrera en Daytona alcanzó los 305 km/h en 1960.
1970 comienza esperanzador para la “Corporación Chrysler” ya que fue elegida por la NASA para la construcción de los motores de algunos de sus cohetes hasta 1975. No era la primera vez que eran escogidos por el gobierno americano ya que en la Guerra de Corea también fabricaron tanques por encargo. Tanto optimismo les lleva a comprar una parte de la japonesa Mitsubishi. Pero llega la crisis del petróleo de 1973 y el bloqueo de la OPEP en 1974 que dura 5 meses y que hunde la venta de grandes automóviles a favor de los pequeños. Aunque intenta reaccionar cambiando su filosofía, sus “modelos pequeños” fracasan y a finales de 1978 la compañía parece destinada a la bancarrota.
En noviembre de 1978 Lee Iacocca es nombrado presidente y revoluciona totalmente la firma, salvandola in extremis de la quiebra en 1979 gracias a el “LeBaron Convertible”, un coche “barato” con un aspecto lujoso. Con todo, necesita un préstamo federal para afrontar las deudas que devuelve en 1983, 7 años antes de su vencimiento. Continúa la colaboración con Mitsubishi, compra Jeep, saca al mercado las primeras minivans y en 1986 Iacocca es considerado el ejecutivo mejor pagado del mundo, dejando la dirección ejecutiva en 1988 (si bien no abandona del todo hasta 1992).
Su salida coincidió con un retroceso de las ventas y una cada vez más discreta presencia en el mercado automovilístico mundial que le llevan -para intentar revertir el proceso- en 1998 a la fusión con Daimler-Benz constituyéndose DaimlerChrysler, holding presente en más de 200 países con más de 400 mil empleados y que está sólo por detrás -a nivel mundial- de Toyota y General Motors. Pero al grupo alemán le sobra la compañía norteamericana y en mayo de 2007 la desgajan y venden al fondo Ceberus como Chrysler LLC. Dicho fondo asume una deuda enorme para poder financiar la operación y es el germen del actual nivel de endeudamiento.
La nueva empresa no es competitiva, entra en su capital Fiat y diseña posibles coches conjuntos para 2011 pero la actual crisis precipita las cosas y las deudas le llevan a pedir ayudas al gobierno americano que se las concede sin demasiadas exigencias, incluso para favorecer su quiebra y la “ruina” de sus acreedores. Fiat aparece como el “caballero blanco” pero lo cierto es que quien pone más dinero es el estado norteamericano, que de hecho contará en la nueva Chrysler con 6 de los 10 consejeros ya que aportará un nuevo crédito por 4500 millones de $. Incluso Canadá ha ayudado a esta operación.
Sin embargo, es sorprendente que la quiebra de Chrysler haya pasado prácticamente desapercibida por el acuerdo de compra de Fiat. Y lo es por dos razones:
- Una es que es un paso atrás en el camino para normalizar los mercados de crédito ya que todos los millones que no cobrarán los acreedores servirán de lección -a ellos y a los demás- para seguir cerrando el grifo de los créditos, puesto que ni una gran empresa con ayuda del principal gobierno del mundo, es capaz de pagar sus deudas. Sus principales deudores -aparte de los propios EUA- son JPMorgan, Citi, Goldman Sachs, Morgan Stanley y un fondo de pensiones.
- Otra es que Chrysler quiebra 9 días después de recibir 500 millones de $ de ayudas, una pequeña parte de los miles de millones de $ que el gobierno americano ha perdido intentando salvarla. Es la prueba más clara de que no sirve de nada el dinero público si el modelo empresarial no funciona. Si los consumidores de los EUA dan la espalda a los productos Chrysler, ¿Qué sentido tiene que el gobierno gaste el dinero de los ciudadanos -los mismos que prefirieron comprase un Ford o un Toyota- en intentar salvarla? Y al final, aunque parezca que Fiat se queda con la empresa, en realidad de momento es una nacionalización encubierta pues el que pone más dinero es el estado.
Todo esto me lleva a cuestionarme si la solución que se está dando a esta crisis es la adecuada y si se aprenderá algo de ella. ¿No hubiera sido mejor que Chrysler quebrara hace ya meses? Y puesto que ha ocurrido lo que ha ocurrido y no se puede volver atrás, ¿Servirá su ejemplo para no volver a regalar el dinero público a empresas ineficientes? ¿O seguirán los EUA -y por ende sus ciudadanos-convirtiéndose en accionista de todas las grandes empresas -“demasiado grandes para quebrar”- que no funcionan?