Woody Allen decía que le encantaría reencarnarse en las yemas de los dedos de Warren Betty y no eligió mal, la verdad. Lo que yo tengo claro es que si me tuviese que reencarnar en algo, jamás sería en un Crash Test Dummy, que son los muñecos que se utilizan para comprobar los daños en los accidentes de tráfico (y que también los utilizan los de la serie de televisión “Cazadores de mitos” para probar sus experimentos). De todas maneras, los ingenieros de ahora tienen mucho que agradecer su invención ya que antes de que existiesen se utilizaban cadáveres humanos para las pruebas de choque. Claro, que peor era cuando los estudios se realizaban con voluntarios, ese si que era un mal trabajo, así que menos quejarse del nuestro.
Fue en los 50 cuando se empezaron a trabajar con estos sufridos muñecos que tantas vidas han salvado tanto de los accidentes de tráfico como los de aviación. Un choque típico dura poco más de una décima de segundo y en ese tiempo son capaces de recoger más de 30.000 datos, de ahí que estos maniquís lleguen a costar cerca de 150.000€, bastante más que los del Zara…
En economía, después de un crash tenemos multitud de datos que analizar como si de un accidente se tratese. Como todavía estamos en pleno golpe (al contrario que los de los coches, los económicos duran años) veamos que observó en su dummy particular el economista Dean Baker tras el accidente en las bolsas del 2000. Esto es válido tanto para bolsa como para otras burbujas
- Habría sido muy sencillo para cualquier analista competente reconocer la burbuja a medida que ciertos ratios respecto al precio de las acciones y los beneficios empresariales alcanzaban niveles insostenibles.
- El fallo en no reconocer la burbuja y avisar de sus consecuencias viene en gran parte por el malentendido que hay entre la bolsa y su papel en la economía.
- Aunque había ciertos economistas que avisaron de la burbuja, sus afirmaciones fueron completamente excluidas de los medios.
- La mayoría de los directivos de fondos de inversión, incluídos los de planes de pensiones tanto privados como públicos así como universidades no vieron la burbuja ni su inevitable explosión.
- Si bien, el error en detectar estas situaciones de riesgo hizo que la carrera de muchos profesionales sufriese un parón, pocos directivos, políticos, economistas y analistas financieros han pagado por sus errores.