Y como diría Luis Aragones, tontos de baba… pero de babero. O al menos, esa cara se le queda a uno tras leer el artículo de Cinco Días titulado “Los tontos y los inocentes” del cual cito textualmente:
Cuenta McCulley (director gerente de Pimco, la mayor gestora de renta fija del mundo) que los asistentes a Jackson Hole (un simposio celebrado por la FED) coincidieron en señalar como positiva la destrucción de valor de muchos de los productos ligados a préstamos hipotecarios. ‘Cuando el capitalismo funciona mejor es cuando destruye al inversor tonto de corto plazo y apalancado, mandándole a la casa de los pobres mientras sus activos son vendidos con un fuerte descuento al inversor menos apalancado‘, cuenta en una nota.
Así es, amigos, no me gusta creer en teorías conspirativas ni en grandes manos que manejan la economía, aunque esto último sí que está más que demostrado en bolsa. Pero en el fondo es normal, y el timo de la estampita está a la orden del día en cualquier mercado especulativo, yo compro a un tonto algo que él me vende a un precio menor que el del mercado y yo como soy listo, seré capaz de venderlo más caro. Pocas veces nos paramos a pensar en el valor real de las cosas, si no en su potencial de revalorización y así es como se forman las burbujas. Y no quiero hablar de ninguna burbuja en concreto ya que las tenemos por docenas (espero que identifiquemos unas cuantas en la zona de comentarios).
Así que acabo con un clásico, que independientemente de su veracidad es muy ilustrativo.
Madrid, 1941. Había latas de sardinas del racionamiento y la gente se dedicaba a comprarlas y venderlas de estraperlo para hacer sus trapis. Compraban y vendían las latas más caras (a veces palmaban pasta, otras ganaban). Hasta que un día uno abrió la lata para zamparse unas sardinas y estaba vacía. Se lo dijo a quien se la había vendido y le respondió “esta lata es de comprar, no de comer”
Lo dicho, amigos lectores. Sois todos tontos (y yo el primero).