RELATO PARA UN DIA CUALQUIERA - la familia Médici

Johngo

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El último heredero de los Médici reveló que su familia vivió de incógnito en Argentina

Sin que nadie lo supiera, descendientes de los mecenas más famosos de la historia llegaron a Buenos Aires escapando del fascismo

"Esta noche los van a venir a buscar", le dijeron a Lorenzo de' Médici el día que abandonó Florencia. El régimen fascista de Benito Mussolini amenazaba a los descendientes de la familia de gobernadores y Papas, mecenas de artistas como Botticelli, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, y de científicos como Galileo Galilei. Esa madrugada huyeron con lo puesto y a escondidas, sin que nadie supiera, a un lugar seguro al otro lado del mundo: Buenos Aires.

Lorenzo de Médici lleva el nombre de su padre y de uno de sus antepasados más famosos. Ese al que el pueblo de Florencia bautizó "El Magnífico" en el siglo XV y al que Nicolás Maquiavelo dedicó su libro "El Príncipe", escrito desde el destierro, tras ser encarcelado en la comunidad florentina de San Casciano por conspirar contra la familia.

Ahora el último de los Médici, que acaba de cumplir 66 años, está en Portugal y aguarda sentado frente a su computadora para hablar por primera vez con un medio argentino sobre esa parte poco conocida de su historia, la que lo trajo hasta Latinoamérica siendo apenas un bebé.



"Yo nací en 1951 en Milán porque mis padres querían que sus hijos nacieran en suelo italiano para tener la nacionalidad, porque a ellos les habían bloqueado el pasaporte", explicó Lorenzo, que llegó en enero de 1952 a Buenos Aires, junto a sus padres y su hermano mayor, Carlo, entonces de cuatro años.

Dieciséis años antes, en 1936, su papá también llamado Lorenzo y su mamá, Irina Carrega Bertolini, habían llegado solos y en la más absoluta reserva a la Argentina, un país que no conocían. Lo hicieron escapando del régimen fascista de Benito Mussolini, perseguidos tras negarse a apoyar las llamadas "leyes raciales" que impulsaba el dictador italiano.

Los Médici abandonaron Italia para radicarse en Buenos Aires, donde durante 19 años llevaron, dice, "una vida discreta" y sin ánimos de "fanfarronear" sobre su identidad. "Mis padres contaban poco, ellos se autoexiliaron eso hay que aclararlo, pero no deja de ser un exilio. Por esto es que no fueron muy felices durante sus años en Argentina", agrega.

De esos años Lorenzo recuerda muy poco. Tenía 3 años y 8 meses cuando en mayo de 1955 la familia continuó con su exilio en Europa. "Nos fuimos a Suiza en el '55 cuando cayó Perón, era una cosa provisoria, pero luego lo provisorio dura mucho y viví ahí 28 años", explicó el hoy escritor, que luego pasaría 20 años viviendo en Sitges, cerca de Barcelona, en España, y quien actualmente está radicado en Portugal.

En una Florencia que fue durante los siglos XV y XVI lo que París al siglo XIX o Nueva York al siglo XX, donde el Papa era la autoridad de Dios sobre la tierra, la figura máxima de la época, el hombre más poderoso del mundo, tres pontífices Médici pasaron por el Vaticano en menos de 100 años. Mecenas de los más grandes artistas, son considerados una de las dinastías más importantes de la historia de la humanidad.

"Ha sido una presión constante durante toda mi vida. Cuando yo tenía 15 años estaba tan harto de ser señalado y que todos se interesaran por mí, me vinieran a saludar y a besar, que decidí vivir con el nombre de mi madre buscando un poco de paz", admite Lorenzo, quien sin embargo por responsabilidades que llegarían con la mayoría de edad, se vería forzado a recuperar años más tarde su verdadero nombre.

"A mí los profesores me llamaban 'Don Lorenzo' y a los otros alumnos los llamaban por su apellido, entonces la clase me odiaba, era como ser un privilegiado. 'Vamos a ver qué tiene para decir Don Lorenzo de esto, o qué tiene para decir Don Lorenzo de aquello', entonces yo tenía todo el tiempo que saber", recuerda.

"Nosotros somos educados como príncipes, la cosa más importante para nosotros es nuestra familia, nos enseñan desde el principio que nosotros somos diferentes y nos explican por qué somos diferentes y cómo tenemos que comportarnos", precisa sobre los pormenores de su educación, dentro y fuera de su casa durante su niñez. Durante muchos años Lorenzo y su hermano, Carlo, no cenaron con sus padres. Ambos debieron esperar a ser admitidos en la mesa y una vez allí no podían hablar si no se les hacía una pregunta. "Era impensable que nosotros diéramos un discurso", dice.

Giovanni de' Médici fue quien en el 1400 abrió el camino a la familia. Partió de la pobreza rural, creció a través de la prudencia económica y la venta de arte, llegando a fundar el Banco Médici en la parte de atrás de un comercio de lanas, donde comenzó a dar préstamos a pequeña escala.

Hasta ese negocio llegó un día Baltassare Cossa, un militar ambicioso con aspiraciones de escalar dentro de la Iglesia, el máximo epicentro de poder de la época. Giovanni fue su mecenas y financió todo su ascenso eclesiástico. Primero fue sacerdote, luego pasó a Cardenal y en 1410 fue elegido Papa como Juan XXIII. Entre las primeras cosas que hizo el nuevo pontífice, estuvo la de nombrar al Banco Médici como la banca del Vaticano, "Los banqueros de Dios". Fue el comienzo de una era.

Años más tarde otra organización, también nacida en Italia pero con peor reputación, imitaría la estructura. Familias controlando territorios, facilitando, codeándose con las más altas esferas, intercambiando favores a cambio de fidelidades, de corresponder el gesto llegado el momento, dispuestos a todo para mantener su poder y a enfrentarse hasta las últimas consecuencias con quien quisiera disputarlo. Serían conocidos como la cosa nostra, la mafia.

"En el papado siempre se ha elegido el Papa comprando los votos", aclara Lorenzo, que ha estudiado a fondo la historia desde un lugar privilegiado, y trae el ejemplo de León X, el primer Papa Médici, quien logró acceder a ese lugar no sólo a través del dinero, sino también del engaño: "Llegó a través de un truco. Se hizo pasar por enfermo, los otros cardenales le creyeron, aceptaron la paga y pensaron que no duraría mucho. Una vez que lo eligieron él dijo: 'Dios nos ha dado esto, tenemos que aprovecharlo". Y lo hizo.

En 2001 Lorenzo, tras la propuesta de un editor amigo decidió escribir Los Médici, nuestra historia (Plaza y Janés), un ensayo sobre su familia contado desde el interior mismo de la dinastía. El libro, que se editó en varios idiomas y hoy se puede conseguir en Amazon a 3.90 dólares en su versión digital, tuvo un éxito inmediato y le abrió paso a su carrera como escritor histórico y de novelas. Él dice tener un gusto especial por las vidas de sus antepasados menos conocidos.

La historia de la familia Médici esta plagada de conspiraciones, asesinatos y luchas intestinas. Dieron al mundo entero una nueva noción de estrategia política e inclusive su mecenazgo, la financiación de artistas como Donnatello, Miguel Ánel o Leonardo, el encargo de las obras más grandes del mundo hasta nuestros días, ser artífices del primer Renacimiento, fueron parte de un plan quirúrgico que iba mucho más allá del gusto por la belleza estética o la cultura. Fue una búsqueda de poder.

"Nos tratan mucho de maquiavélicos, en la serie televisiva nos muestran como intrigantes y asesinos, pero no creo que lo hayamos sido más que otras familias de la época", subraya Lorenzo, último heredero y que no tiene planes de dejar descendencia. Con él desaparecerán Los Médici.

"Es un reproche que me han hecho en los últimos 20 años", deja saber. Ni él, ni su hermano Carlo, hoy de 70, tuvieron hijos. La primera esposa de Lorenzo perdió un embarazo, y luego "se ha dado así la vida", dice él. "Si en los áultimos 600 años se ha hablado de nosotros, se hablará otros 500 años con o sin descendencia", suma con una sonrisa y una despreocupación que parece ser sincera.

Ante la pregunta fantasiosa de cómo cree que hubiera sido criando a un nuevo heredero, se toma unos segundos y responde: "Yo no me quejo de la educación que he recibido y a posteriori es una muy buena educación. Yo creo que hubiera usado el mismo sistema que usaron conmigo. Hubiera enseñado a mis hijos lo que significa ser diferentes, sin serlo".

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