A vueltas con ligar salarios y productividad

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Los costes salariales se incluyen entre las variables que la Comisión Europea (CE) quiere analizar para asegurar que se convierten en un componente para potenciar la competitividad y no en un freno. Un documento comunitario sugiere que deberían ser supervisados y comparados, no sólo entre países de la eurozona, sino con los principales socios comerciales de cada uno de ellos.

Entre 2009 y 2010, España ha reducido un 35 por 100 su desventaja acumulada durante la década previa. La desvinculación de los salarios a la evolución de la productividad, ligándolos de forma automática a la variación de los precios de consumo se considera causa de una pérdida de competitividad cifrada en el 20 por 100 con respecto a la media de zona euro, según un informe de Funcas elaborado por Ángel Laborda y María Jesús Fernández. La cifra se redujo al 12,5 por 100, pero más por la destrucción de empleo que por una mejora de otros costes. Ahora, con una inflación en el 3,6 por 100, superior a la media europea, esta reducción se ve amenazada.

Este miércoles, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicará los costes laborales del último trimestre de 2010, que pondrá algo más de concreción en el debate sobre productividad. Según los últimos datos manejados por el Banco Central Europeo (BCE), estos costes han subido más de 30 puntos en España desde 1999, mientras en Alemania apenas han crecido 8 puntos y en Francia alrededor de 20 puntos.

El segundo trimestre del pasado año 2010, el coste laboral medio por trabajador y mes, que incluye además del salario las cotizaciones a la Seguridad Social y otros pagos adicionales como dietas o transporte, se rebajó por primera vez en los diez años de vida que tiene esta estadística. El descenso fue muy moderado, 0,3 por 100 interanual y centrado en el sector construcción. En la industria siguieron escalando, concretamente el 2,1 por 100, tres décimas por encima del dato de inflación del 30 de septiembre.

A nivel europeo, hay acuerdo en la necesidad plantear un objetivo ambicioso para la recuperación de la competitividad exterior: conseguir que los costes laborales unitarios crezcan a ritmo inferior a los de los países más competitivos de la zona euro. Cerrar la brecha de competitividad acumulada se ve más complicado.
 
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