Tolerancia no significa indiferencia, ¿multiculturalismo, o perdida de identidad ?

Pasaba por aqui

Well-Known Member
Tolerancia no significa indiferencia



Serguidores del musulmán radical Sheikh Abu Hamza al-Masri frente a la mezquita de Finsbury Park en Londres, 28 de mayo de 2004.


Primero fue Merkel, luego Cameron y ahora Sarkozy. El multiculturalismo y su legado se encuentran en el banquillo de los acusados en toda Europa. Pero, según el sociólogo Frank Furedi, el multiculturalismo crea división, ya que promueve una versión descafeinada de la tolerancia.


El rechazo del primer ministro británico, David Cameron, al multiculturalismo de Estado se estaba haciendo esperar. Acierta al decir que es corrosivo y que provoca división. Sin embargo, no debería achacar los problemas del multiculturalismo a la tolerancia. Durante todo su discurso, pronunciado el 5 de febrero en el marco de una conferencia sobre seguridad en Múnich, argumentó erróneamente que la tolerancia era la responsable tanto del fracaso del multiculturalismo como del aumento del terrorismo islámico. “Francamente, necesitamos menos de la tolerancia pasiva de los últimos años y más de un liberalismo activo, muscular”, afirmó.

Pero ¿qué es la “tolerancia pasiva”? La tolerancia es cualquier cosa menos pasiva. La tolerancia requiere valor, convicción y compromiso con la libertad, todas ellas características clave de un espíritu público seguro de sí mismo y activo. La tolerancia es la base de la libertad de conciencia y la autonomía individual. Afirma el principio de no interferencia en la vida interior de las personas, en su adhesión a ciertas creencias y opiniones. Y mientras como acto no dañe a terceros ni viole su autonomía moral, la tolerancia también exige que no existan restricciones en el comportamiento relacionadas con el ejercicio de la autonomía individual. Desde este punto de vista, la tolerancia representa el grado hasta el que las creencias y comportamientos de las personas no están sujetos a interferencias o restricciones institucionales o políticas.

Ser tolerante no es fácil. Requiere disposición para tolerar puntos de vista que uno considera ofensivos y el estar preparado para aceptar que ninguna idea debería ser incuestionable. Tolerar creencias que son hostiles a las nuestras requiere cierto grado de confianza en nuestras propias convicciones y también estar dispuestos a correr riesgos. La tolerancia fomenta la libertad de los individuos para reivindicar ciertas creencias y le proporciona a la sociedad en general una oportunidad para conocer mejor la verdad alentando un conflicto de ideas.

Una forma de evitar tomar decisiones morales difíciles

El multiculturalismo no tiene nada que ver con la auténtica tolerancia. El multiculturalismo no pide tolerancia, sino indiferencia indulgente. Promueve sin descanso la idea de la “aceptación” y disuade el cuestionamiento de las creencias y los estilos de vida de otras personas. Su valor principal es no juzgar las acciones de los demás. Aunque el juzgar, el criticar y el evaluar son atributos clave de cualquier sociedad democrática libre de prejuicios que se precie. Si bien la reticencia a juzgar el comportamiento de los demás tiene cualidades que resultan atractivas, se convierte con demasiada frecuencia en una indiferencia superficial, en una excusa para desconectar cuando los demás hablan.

La Declaración de Principios sobre la Tolerancia de la UNESCO ilustra de manera extraordinaria la confusión existente entre el concepto de tolerancia y la idea de la aceptación de todos los estilos de vida. Dice: “La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos”. La UNESCO también afirma que la tolerancia es “la armonía en la diferencia”. Para la UNESCO, la tolerancia se convierte en una sensibilidad expansiva y difusa que ofrece automáticamente el respeto incondicional a diferentes culturas y puntos de vista.

La reinterpretación de la tolerancia como la capacidad de no juzgar a los demás a menudo es considerada como algo positivo. En realidad, el gesto de afirmación y de aceptación puede ser visto como una forma de evitar tomar decisiones morales difíciles, una forma de no enfrentarse al reto de explicar qué valores vale la pena defender. Probablemente esa sea la razón por la cual la indiferencia indulgente del multiculturalismo ha ganado tanta fuerza durante las últimas décadas. En Gran Bretaña y en muchas otras sociedades europeas, el multiculturalismo les ha ahorrado a los gobiernos la molestia de tener que estipular los principios que apuntalan su forma de vida.

En su favor hay que decir que, tras darse cuenta de que el multiculturalismo estatal ha fomentado la segregación de distintas culturas, Cameron ha tocado una verdad incómoda: que “no hemos conseguido dar una visión de la sociedad a la que sientan que desean pertenecer”. La ausencia de dicha visión no es accidental, ya que el multiculturalismo requiere que ningún sistema de valores sea considerado superior a ningún otro ni tomado como la norma deseable. Desde el punto de vista multicultural, la ausencia de una visión para la sociedad no es un fracaso, sino un logro.
Cualquier discusión seria sobre el problema de la integración cultural probablemente debería girar en torno al fracaso en perfilar y darles un significado a los valores que unen a la sociedad. Siempre resulta tentador señalar como culpables a los extremistas profesionales por inculcar el radicalismo a los jóvenes musulmanes, por ejemplo. Pero lo que con frecuencia se pasa por alto es que lo que causa estos problemas no es tanto la atracción del radicalismo, como la reticencia de la propia sociedad a inspirar a sus ciudadanos y a comprometerse con ellos.

La crisis de los valores

Desde hace algún tiempo, a muchas sociedades europeas les cuesta alcanzar un consenso mediante el cual poder afirmar logros pasados y los valores básicos que defienden. Los símbolos y las convenciones tradicionales han perdido mucho de su poder para entusiasmar e inspirar; en algunos casos han sufrido un daño irremediable. La constante polémica que envuelve a la enseñanza de la historia es fiel reflejo de ello. Cuando la generación dirigente siente que las historias e ideales con los que crecieron “han perdido su relevancia” en nuestro nuevo mundo, le cuesta mucho transmitir esas historias e ideales a sus hijos de una manera convincente.

No obstante, los responsables de formular políticas y los educadores reconocen de manera intuitiva que este es un problema que necesita ser tratado. Pero la provisión de valores “relevantes” bajo demanda rara vez tiene éxito, ya que a diferencia de las convenciones que estaban ligadas al pasado orgánicamente, estos valores tienden a ser artificiales, si son bien intencionados, construcciones abiertas al desafío. A diferencia de las costumbres y convenciones que se consideran sagradas, los valores construidos deben de justificarse regularmente.

No tiene mucho sentido seguir culpando al multiculturalismo de los profundos problemas a los que nos enfrentamos hoy en día. Pongamos todos los medios necesarios para acabar con el multiculturalismo estatal ya que, al menos, eso nos permitiría afrontar el problema subyacente: la crisis de la sociedad en cuanto a valores y significado. Pero no dejemos que decaiga nuestro compromiso para conseguir la tolerancia. La tolerancia sigue siendo una virtud muy importante, ya que se toma a los seres humanos muy en serio.

Francia

Sarkozy sigue a Merkel y Cameron


“El multiculturalismo es un fracaso”, ha declarado Nicolas Sarkozy durante una retransmisión televisiva emitida el 10 de febrero. Con esta declaración, según comenta Jean-Marie Colombani en la web Slate.fr, el presidente francés se adhiere a “los nuevos dogmas pronunciados por Angela Merkel y David Cameron, según los cuales el modelo multicultural ha fracasado”. El periodista aclara que “lo que pretende la derecha con esta afirmación es posicionarse frente a la amenaza de la extrema derecha, ya que no parece que se corresponda a la realidad de Francia, que nunca ha practicado ni apoyado un modelo multicultural”. “Los británicos reconocen que han sido demasiado tolerantes con el islam radical”, continúa Colombani, “sin embargo, en Francia nunca se ha permitido que medrase este tipo de islam, no es algo nuevo que se controlen los sermones de algunos imames en las mezquitas francesas”. En cuanto a Alemania, Colombani expone sencillamente que “en el caso de Angela Merkel se trata solo de un posicionamiento ideológico ya que hace referencia a la idea de ‘cultura nacional’”.
 
V

VivalaTierra

Guest
Es erróneo creer que aceptar las diferencias culturales requiere de abandonar la alianza con la verdad. El gran logro de la revolución científica del siglo XVII fue desarrollar un lenguaje para la naturaleza que purgó los términos de propósito y valor legados por Platón y Aristóteles a los lenguajes científicos más tempranos, los cuales eran nutridos por civilizaciones más tempranas.

Pero la universalidad del lenguaje de las ciencias naturales no puede aplicarse al estudio de los seres humanos, punto en el que una serie de teorías y puntos de vista compiten. Una razón para esto es que el lenguaje de las humanidades se inspira en nuestro entendimiento ordinario de lo que es ser humano, vivir en sociedad, tener convicciones morales, aspirar a la felicidad, etcétera. No importa qué tanto una teoría pueda cuestionar nuestros puntos de vista diarios, de todas maneras nos basamos en nuestro entendimiento de aquellas características básicas de la vida humana que parecen tan obvias como para no necesitar ninguna formulación. Son esos entendimientos tácitos los que hacen difícil entender a personas de otro tiempo o lugar.

El etnocentrismo resulta de los entendimientos no cuestionados que cargamos inconscientemente con nosotros y los cuales no podemos disipar adoptando otra actitud. Si nuestra percepción tácita de la condición humana puede bloquear nuestro entendimiento de otros, y si es tan fundamental para lo que somos que no podemos sólo hacerlo desaparecer, ¿estamos completamente aprisionados en nuestras perspectivas, incapaces de conocer a otros?

El verdadero entendimiento en el renglón de los asuntos humanos requiere de una paciente identificación y desarmado de aquellas facetas de nuestras asunciones implícitas que distorcionan la realidad de "los otros". Esto puede suceder cuando empezamos a ver nuestras propias peculiaridades claramente, como hechos acerca de nosotros , y no simplemente como características de la condición humana general que se dan por sentadas. Al mismo tiempo, debemos empezar a percibir, sin distorción, las características correspondientes en las vidas de otros.

Nuestro entendimiento de "los otros" mejorará a través de tales correcciones, pero permanecerá imperfecto. Si la historiografía del Imperio Romano en la China del siglo XXV resulta ser distinta a la nuestra, no será porque se descubra que los hechos son diferentes de lo que nosotros, o los brasileños del siglo XXII, pensábamos. La diferencia será que se harán otras preguntas, se discutirán asuntos distintos y serán otras características las que parezcan notables. Claro, como en nuestro tiempo, algunas relaciones serán más etnocéntricas y tendientes a distorcionar, otras serán más superficiales. En pocas palabras, algunos estarán más en lo "correcto" y se acercarán más a la verdad que otros.

Evitar la distorción requiere de reconocer que nuestra forma de ser no es únicamente "natural", sino que representa una de muchas posibles formas. Ya no podemos relacionarnos con nuestra manera de hacer o construir las cosas como si fueran demasiado obvias para mencionarse. No puede haber un entendimiento de "los otros" sin un cambio en el entendimiento de sí mismo, un cambio de identidad que altera nuestro entendimiento de nosotros mismos, nuestras metas y nuestros valores. Por eso es que tan a menudo hay resistencia al multiculturalismo. Tenemos una profunda inversión en nuestras distorcionadas imágenes de los otros.

La mayoría de nosotros reconocemos que nos enriquecemos con el entendimiento de otras posibilidades humanas. No puede negarse, sin embargo, que el camino a reconocer su existencia y valor puede ser doloroso. El momento crucial ocurre cuando las diferencias de "los otros" pueden dejar de percibirse como un error, o un fallo, o un producto de una versión menor, subdesarrollada, de lo que somos, y percibirse como el reto planteado por una alternativa humana viable.

Las otras sociedades nos presentan formas diferentes y con frecuencia desconcertantes de ser humano. Nuestra tarea es reconocer la humanidad de esas "otras" formas al tiempo que seguimos viviendo la nuestra. Que eso sea quizá difícil de lograr, que demandará un cambio en el entendimiento de nosotros mismos y, por tanto, en nuestra forma de vida, es el reto que nuestras sociedades deben enfrentar en los años venideros.

Charles Taylor es profesor de filosofía en la Northwestern University, Chicago.
 

Pasaba por aqui

Well-Known Member
El problema realmente grave surge cuando el supuestamente “invitado a tu casa” quiere que tú te muevas según sus criterios y no al contrario.
 

madroño

Well-Known Member
Multiculturalidad debe implicar, respeto mutuo y el que va a otro país con una cultura muy distinta al suyo debe de intentar respetar a su anfitrión y no imponerle sus costumbres y leyes, ya que esta en minoría y no es su cultura y tierra.

El anfitrión no se debe de dejar acomplejar por una falsa tolerancia hacia culturas que en su propio territorio y suelo practican la intolerancia hacia sus anfitriones, ya que ellos, no lo permiten en su propia tierra.

Al final todo es cuestión de respeto y reciprocidad mutua.
 
Arriba