Los desequilibrios de China

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Un nuevo objetivo importante del “Plan Quinquenal para el Desarrollo Económico y Social” que China acaba de dar a conocer es impulsar la tasa de crecimiento del ingreso (disponible) de los hogares para que iguale la tasa de crecimiento del PBI del país. La razón es simple: en los últimos 10 años aproximadamente, el ingreso de los hogares de China creció más lentamente que el PBI, convirtiéndolo en una proporción cada vez menor del ingreso nacional total.

Muchos problemas estructurales importantes resultaron de esta tendencia. El ingreso rezagado de los hogares puso freno al consumo privado, aunque la economía tenga la capacidad de producir más bienes de consumo. También hizo subir los ahorros corporativos, porque las ganancias de las empresas están creciendo más rápido que el ingreso de los hogares (y, en ese sentido, más rápido que el PBI general). Eso, a su vez, puede causar una mayor inversión o burbujas de activos, ya que las empresas intentan reinvertir sus ahorros en alguna parte. Y el ingreso rezagado de los hogares claramente contribuye al excedente comercial de China, porque un consumo doméstico bajo tiende a mantener las exportaciones más altas que las importaciones.

Sin embargo, hay más problemas relacionados con el ingreso desproporcionadamente pequeño de China, en especial la creciente disparidad de ingresos. De hecho, no todos los “hogares” de China se han beneficiado de la misma manera del rápido crecimiento del PBI. Algunos grupos sociales, como los trabajadores calificados, los ingenieros y los empleados del sector financiero, han visto crecer fuertemente sus salarios. Los ciudadanos urbanos –las personas con un registro formal como residentes urbanos- también han percibido subas en los ingresos, debido a que el gobierno se hace cargo del sistema de educación y de la red de seguridad social. Y, como las ganancias corporativas crecieron, aquellos que comparten las ganancias de capital de una manera u otra también han visto crecer sus ingresos más rápido que el promedio nacional.

En cambio, quienes tienen un menor nivel educativo, como los trabajadores migrantes y los agricultores, tuvieron un peor desempeño. Los trabajadores migrantes ganan un salario anual (incluidos los beneficios adicionales) de 2.000 dólares; los agricultores pueden ganar apenas la mitad de esa cifra. Ellos conforman, prácticamente en partes iguales, los trabajadores de bajos ingresos que representan hasta el 65%-70% de la fuerza laboral total. Su ingreso promedio ha aumentado, pero más lentamente que la tasa de crecimiento del 8%-10% del PBI de los últimos 20 años.

El objetivo establecido por el nuevo plan quinquenal, por ende, es también un manifiesto de políticas para combatir esas disparidades sociales, que hoy son un tema candente para el país. Pero, por empezar, ¿por qué surgen estas disparidades?

Hace 30 años, el 80% de la fuerza laboral de China estaba conformada por agricultores. Pero si bien esa cifra hoy se redujo a aproximadamente el 30%, la educación rural ha seguido sufriendo de un financiamiento insuficiente y de un capital humano inapropiado en relación a las regiones urbanas e industrializadas. Eso hizo que creciera la desigualdad entre los habitantes urbanos privilegiados y los habitantes rurales pobres. Las diferencias geográficas y las políticas sociales del gobierno que han sido más favorables a los sectores urbanos e industriales quizá también tengan la culpa.

Sin embargo, el problema fundamental es que el desarrollo no se produce de la noche a la mañana. Lleva mucho tiempo que la educación y los empleos mejor pagos estén al alcance de todos. Durante este largo periodo, algunos se enriquecen, lo que significa que otros quedan rezagados.

Treinta años de rápido crecimiento lograron que apenas la mitad de los agricultores de China (aproximadamente unos 200 millones de personas) ingresaran en los sectores industrial o de servicios, donde sus salarios se duplicaron. Pero por lo menos otros 150 millones de agricultores siguen ingresando en el mercado laboral y compiten por empleos mejor pagos.

La antigua generación de agricultores puede quedarse donde está, pero las generaciones más jóvenes seguirán abandonando la tierra, creando una oferta de mano de obra aparentemente infinita, que aplasta los salarios en todas las industrias y servicios para los trabajadores con un menor nivel de educación. En consecuencia, el ingreso de casi el 70% de la fuerza laboral no puede aumentar tan rápido como su productividad laboral, y el ingreso promedio de los hogares, por ende, no puede crecer tan rápido como la economía en general. Dado el acopio masivo de China de “mano de obra excedente”, esta tendencia no se revertirá pronto. De hecho, la situación puede agravarse durante otra década o dos antes de mejorar.

Es por eso que el gobierno quiere intervenir. En los últimos años, el gobierno central aumentó su gasto en educación rural obligatoria y alivio de la pobreza, y los gobiernos locales cambiaron las regulaciones para aumentar el salario mínimo un 20%-30% en las 30 provincias.

En los últimos cinco años, se han planeado más esfuerzos en esa dirección. El sistema de seguridad social deberá extenderse para cubrir a todos los trabajadores y agricultores. La reforma fiscal e impositiva se debe acelerar para transferir más ingresos del sector corporativo a los hogares y los presupuestos públicos para programas sociales, que incluyan viviendas de bajo alquiler para los pobres urbanos y más y mejores servicios para los nuevos inmigrantes de las áreas rurales.

Pero nada de esto solucionará el problema. Lo mejor que un plan de gobierno puede lograr es impedir lo peor. Los subsidios del gobierno pueden (temporariamente) resolver la disparidad de ingresos en un mundo desarrollado donde los agricultores sólo representan el 2% de la fuerza laboral, o en un país en el que los grupos de bajos ingresos representan apenas el 10% de la población total. Pero en China, donde los agricultores representan el 30%-35% de la fuerza laboral y el 70% de la población entra en las categorías de bajos ingresos, el papel que puede ejercer el gobierno es marginal.

En este tipo de circunstancias, el viejo adagio de que el mejor programa de seguridad social es el crecimiento económico no puede aplicarse mejor. Todas las lecciones de los países en desarrollo desde los años 1950 hasta los años 1980, y las recientes lecciones de algunos países desarrollados avanzados nos dicen que los programas sociales sobrecargados con un foco demasiado centrado en la redistribución pueden causar grandes déficits fiscales, crisis de deuda, hiperinflación, crisis financiera, siendo el resultado final no una reducción sino una ampliación de la disparidad.

China debe tener en mente estas lecciones en los próximos 20-40 años. De hecho, un crecimiento continuado y la creación de empleos es la única solución real para sacar a cientos de millones de chinos de la pobreza de manera permanente.

Autor: Fan Gang, profesor de Economía en la Universidad de Beijing y en la Academia de Ciencias Sociales de China, director del Instituto Nacional de Investigación Económica de China, secretario general de la China Reform Foundation y ex miembro del Comité de Políticas Monetarias del Banco Popular de China.
 
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Desde 1950, año en que comenzaron la Guerra de Corea y la Anexión del Tíbet, se han librado varias guerras entre estados en Asia. No obstante, mientras las sangrientas guerras europeas de la primera mitad del siglo veinte han hecho que una nueva guerra sea impensable allí, las guerras en Asia en la segunda mitad del siglo veinte, lejos de solucionar o poner fin a disputas, sólo acentuaron amargas rivalidades.

Significativamente, China ha estado involucrada en la mayor cantidad de conflictos militares en Asia. Un informe reciente del Pentágono es claro: "La historia de las guerras de China en la época moderna ofrece numerosos estudios de caso en que los líderes militares de China han afirmado la anticipación militar como acción estratégicamente defensiva. Por ejemplo, China se refiere a su intervención en la Guerra de Corea (1950-1953) como la 'Guerra para resistir a los Estados Unidos y ayudar a Corea'. De manera similar, textos de consulta se refieren a los conflictos fronterizos contra India (1962), la Unión Soviética (1969) y Vietnam (1979) como "Contraataques defensivos". La toma de las Islas Paracel en 1974, hasta entonces pertenecientes a Vietnam, fue otro ejemplo de ofensiva como defensa.

Todos estos casos de acciones anticipatorias ocurrieron cuando China era débil, pobre y sufría divisiones internas, por lo que el creciente poder de la China actual genera legítima preocupaciones.

Habiendo predicado previamente el evangelio de su "ascenso pacífico", China ya no pone limitaciones a mostrar sus capacidades militares y afirmar su poder en múltiples frentes. Puesto que el Partido Comunista Chino depende cada vez más del ejército para mantener su poder y asegurar el orden interno, los altos oficiales militares están ejerciendo una influencia abierta sobre la política exterior. El resultado es una creciente asertividad territorial que se ha convertido en fuente de nuevas fricciones a lo largo de las fronteras terrestres y marítimas de China. Eso, a su vez, ha puesto a China en el centro de los conflictos políticos de Asia.

Varios sucesos de este año subrayan la política exterior más agresiva de China, desde su inclusión del Mar de China Oriental entre sus intereses nacionales "centrales" -medida que hace no negociables sus reclamos a las Islas Spatly- hasta su referencia al Mar Amarillo como una suerte de zona de operaciones militares exclusiva. De acuerdo con los altos funcionarios chinos, Estados Unidos y Corea del Sur deberían dejar de sostener ejercicios navales conjuntos, aparentemente por respeto al nuevo poderío militar chino.

China también se ha vuelto más insistente en sus reclamos territoriales del estado de Arunachal Pradesh, en el noreste de India, y a las Islas Senkaku, controladas por Japón, en cuyas aguas las naves de guerra chinas han hecho frecuentes incursiones. Los funcionarios de defensa indios han reportado un agudo aumento de las incursiones militares chinas a través de los 4.057 kilómetros de frontera en disputa en los Himalayas y de intensos patrullajes. Además, China ha comenzado a cuestionar la soberanía india sobre el estado de Jammu y Cachemira, un cuarto del cual ocupó tras la anexión del Tíbet.

La rencilla de Beijing con Corea del Sur en 2004 acerca del antiguo reino de Koruryo -generada por una reinterpretación histórica publicada en el sitio Web de ministerio del relaciones exteriores chino de que el imperio, fundado en la cuenca del río Tongge de Corea del norte, era chino- fue vista como un intento de afirmar las opciones de China frente a una Corea potencialmente unificada. Al señalar que la actual frontera entre Corea del Norte y China puede no ser definitiva, Beijing ha dado pie a posibilidades de tensiones fronterizas en el futuro.

Con todo esto como trasfondo, los planteamientos territoriales y marítimos cada vez más asertivos de China resultan una amenaza para la paz y la estabilidad de Asia. De hecho, la mayor aspiración territorial de China no se encuentra en los Mares del Sur o el Este de China: Arunachal Pradesh de India es casi tres veces más grande que Taiwán.

El respeto de las fronteras es un requisito básico de la paz y la estabilidad en cualquier continente. Europa ha cimentado su paz sobre él: varios estados europeos han aprendido a vivir con fronteras que no son de su agrado. Sin embargo, el Partido Comunista Chino se aferra a viejos agravios para reforzar su reclamo de legitimidad: un completo restablecimiento de la "dignidad" de China tras un siglo de humillaciones a manos de las potencias extranjeras.

Con su abierto rechazo a aceptar el status quo de Asia, China no hace más que resaltar la futilidad de las negociaciones políticas. Después de todo, las fronteras nunca se redefinen de manera significativa en la mesa de negociaciones, sino sólo en el campo de batalla, como China ha mostrado en el pasado.

Hoy, se trate de Arunachal Pradesh, Taiwán, las Islas Senkaku o incluso las Spratlys, China está haciendo sentir la amenaza de la fuerza para sustentar sus reclamos. Al optar por entablar conflictos territoriales con sus vecinos, no sólo está reforzando viejas rivalidades, sino también amenazando la continuidad del renacimiento económico de Asia, mostrando que no es un candidato confiable a liderar el continente.

Es importante que otros estados asiáticos y Estados Unidos -"potencia residente" en Asia, en palabras del Secretario de Defensa Robert Gates- transmitan un claro mensaje a China: un ascenso pacífico no es compatible con el replanteamiento unilateral de las fronteras.

Autor: Brahma Chellaney es profesor de Estudios estratégicos en el Centro de Estudios de Políticas de Nueva Delhi
 
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