En el año 1983 había una industria de moda, con crecimientos exponenciales, fusiones, subidas en bolsas y grandes expectativas. Desgraciadamente demasiadas empresas se unieron a esa tendencia creando productos de muy baja calidad en un mercado que comenzaba a dar síntomas de saturación. Muchos intentaron sacar beneficios de esta burbuja con malos productos lo cual propició una pérdida de confianza de los consumidores llevándose por delante a las pocas empresas que realmente innovaban y hacían las cosas bien. El sector se fue a pique y estuvo a punto de desaparecer.
Al tratarse de un producto de gran consumo hizo también bastante daño al comercio, hasta entonces tal eran las expectativas que las tiendas acumularon mucho stock que después no pudieron devolver ya que la mayoría de los fabricantes habían cerrado. Así que decidieron bajar drásticamente los precios pero ni eso les ayudó. La mercancía era muy mala y el público estaba muy desencantado.
Por tanto nos encontramos en un panorama en el que los consumidores han perdido la confianza en un producto, los comercios se han sentido engañados y las grandes corporaciones que compraron las empresas punteras tienen pérdidas de cientos de millones de dólares. Los pocos pequeños fabricantes que quedaban cerraron. Para entender la magnitud de esta crisis basta con mencionar que su facturación pasó en 1982 de 3.000 millones de dólares a solo 100 millones en 1983.
¿Y de qué industria se trata?
De una que facturó en 2016 más de 90.000 millones de dólares (más de 1.000 millones en España). La industria del videojuego.
A finales de los 90 ocurrió algo similar con las tecnológicas y las .com, a día de hoy Apple, Google (Alphabet), Microsoft y Amazon.com son 4 de las 5 mayores empresas por capitalización bursátil en el mundo.
Como veis las crisis son cíclicas, hacen daño y dejan muchas bajas. A veces sirve para acabar con un sector entero y otras para realizar una purga necesaria para sacarse de encima a las sanguijuelas que acuden exclusivamente a obtener beneficios a costa de productos de baja calidad y engañando al cliente. Ningún sector se libra de ella y recientemente lo hemos vivido en la industria financiera y en la inmobiliaria. Quizás, de todas la crisis que hemos vivido en los últimos años la actual se caracteriza y diferencia por afectar a un sector “sistémico” (capaz de dañar el resto de la economía) pero viendo lo que ha ocurrido anteriormente no pierdo la esperanza de que a largo plazo vemos como los que hacen las cosas bien salen reforzados…