Es tristemente habitual que muchos politicen cada noticia para llevarla hacia su terreno y el Bréxit no iba a ser la excepción. Y hay que situar las cosas en su contexto, la UE es una unión comercial, una de las que exigen más compromisos a sus miembros de todas las que hay en el mundo pero no es comparable ni a la Eurozona ni desde luego a la unidad de España. El Reino Unido no cedió su política monetaria, no eliminó su moneda por otra común, no redujo al mínimo las competencias de su banco central… y desde luego no es parte de un estado desde hace siglos por lo que no es comparable la ruptura de un acuerdo comercial a una secesión dentro de un país. No minimizo la gravedad del Bréxit ni las consecuencias de todo tipo que puede provocar pero no tiene nada que ver ni con la viabilidad y/o idoneidad de la Eurozona ni con los movimientos independentistas de algunos países miembros. No es equiparable que Reino Unido se vaya de un tratado comercial sin consultar al resto con que una parte de España –o de Francia o de Italia- pueda romper unilateralmente con el resto.
Sin embargo, será interesante comprobar lo difícil que va a resultar la salida de un miembro de la UE porque eso mismo, pero multiplicado por muchas veces más, se puede aplicar a una posible salida de un miembro de la Eurozona y multiplicado por otras muchas veces más, a una posible secesión dentro de un mismo país. Sólo con enumerar los temas a discutir (y acabamos de empezar) para el divorcio Reino unido/UE es fácil imaginar lo numerosa y compleja que sería la lista si se tratara de, por ejemplo, la salida de Francia de la Eurozona, o la independencia de Cataluña respecto a España. Si hay incógnitas sobre los cientos de miles de comunitarios que trabajan y residen en Reino Unido y viceversa o sobre las miles de empresas británicas y comunitarias cuyos negocios entre sí peligran, podemos suponer lo difícil que sería esa misma situación si lo que hubiera que cambiar fuera la moneda –caso de una salida de la Eurozona- o la nacionalidad –caso de una declaración de independencia dentro de un estado- de millones de personas y lo que afectaría a todas sus relaciones económicas y personales.
Vamos a tener dos años mínimo en los cuales todos podremos comprobar que cualquier decisión que rompe una unión y que perjudica los negocios y la vida de la gente, es traumática, es complicada de implementar y provocará fricciones de todo tipo. Y nadie conoce el futuro, quizás a largo plazo sea una buena decisión –aunque yo lo dudo- pero el trago de momento será muy amargo para todos. Y desde luego mucho más lo sería si lo que se rompe no es un acuerdo comercial sino una unión monetaria o, mucho peor, un país con siglos de historia. El mejor ejemplo es la factura –sin tener en cuenta otras consecuencias- en dinero que dice la UE que debe abonar Reino Unido en el divorcio y que no concuerda con la que defienden los británicos. Para no entrar en bandos políticos, tomemos la opinión de 2 think thanks: Según Bruegel la cifra de lo que debe abonar Reino Unido puede ir desde los 25.400 millones a los 65.000 millones y según elCentre for European Reform, la horquilla iría de 24.700 a 72.800.
Las enormes divergencias vienen de cierta cantidad que hace años viene reclamando la UE a Reino Unido, de si éste cumple con la aportación al Presupuesto a la que se comprometió (hasta 2020) o hasta que salga (2019) e incluso de si los británicos tienen derecho a parte de la caja de la UE. ¿Os imagináis cómo dilucidar la cantidad que Francia debe a la Eurozona o la Eurozona a Francia por algo mucho más complicado como el balance del BCE? Y no hablemos de la cantidad que España reclamaría a Cataluña –o al revés- en caso de una independencia/secesión, el trabajo para repartir activos y pasivos, incluso desde un punto de vista totalmente objetivo –algo que seguro será imposible- sería colosal y casi seguro que no contentaría a nadie. No nos ponemos de acuerdo ni en las balanzas fiscales autonómicas como para acordar un reparto justo en temas mucho más complejos. Quizás el inicio del proceso del Bréxit en lugar de ser un ejemplo para los que quieren romper uniones sirva justo para lo contrario.
La agencia S&P nos dio una alegría el viernes pasado pasando la perspectiva del ráting de España de estable a positiva, algo que indica que si hay un cambio de la calificación de nuestra solvencia, ésta será al alza. Fue el broche de oro a un marzo en el que el Ibex subió nada menos que un 9.5%, muchísimo más en un mes que en la suma de 2015 y 2016. Quizás esto explica el por qué esta semana ha resultado más bien discreta. La excusa, extensible a otros mercados, además estaba servida: el lío político italiano que ha perjudicado a la deuda emitida en aquel país, las discusiones de los términos del rescate de Grecia (quizás hoy salga alguna noticia definitiva que permita volver a abrir el grifo de los pagos de los acreedores) y que las actas de la FED revelaron que éstaplanea iniciar la reducción de su balance de activos durante este año. En cualquier caso, nada sustancial que cambie el buen tono de los mercados mientras las tensiones bélicas en Corea y Siria son ignoradas y tan sólo hacen subir algo al precio del crudo. Y como imagen, la evolución del número de parados registrados en España los últimos años:
Links.
- Lecturas recomendadas de marzo
- Situación Extremadura 2017 – BBVA Research
- Desde una perspectiva económica ¿A qué países nos parecemos más?
- Evolución de los Presupuestos Generales del Estado
- Unas lecciones alemanas necesarias para el presidente Trump by Hans-Werner Sinn
- ¿Trump el ideólogo? by Mark Leonard
- Las fantasías climáticas de Donald Trump by Jeffrey D. Sachs
- Por qué las empresas son más verdes que Trump by Mark Malloch Brown
- Recaudación anual por tipos desde 1995
- Afiliados a la Segurdad Social – Marzo 2017