Tras un momento de contención de la respiración, las empresas inversoras en turismo que pugnan por establecerse o ampliar su presencia en Cuba, van volviendo poco a poco a la tranquilidad al comprobar que la muerte de Fidel Castro no parece que vaya a alterar los planes de inversión en la isla.
Meliá, Iberostar, Globalia, Barceló, la norteamericana Starwood Hotels y la francesa Accor son algunas de las empresas que esperan expandirse en Cuba con planes a corto y largo plazo, aprovechando el mapa de ruta que ha trazado el Ministerio de Turismo hasta el año 2030, momento en que se espera la isla haya duplicado las capacidades habitacionales y pueda ofrecer al visitante un producto de altos estándares, con proyectos inmobiliarios asociados a campos de golf, marinas, otras formas de recreación náutica y parques temáticos.
Sin embargo, esto ha sido posible, tal y como se comprobó en la Feria Internacional de Turismo (FITCuba 2016), por el inesperado giro en las relaciones entre el gobierno de la isla y el de los Estados Unidos. El cambio de política ha provocado el boom del producto Cuba en los mercados europeo y norteamericano. Tanto es así, que Cuba recibió en 2015, unos 3.524.779 visitantes, lo que significó un aumento de 17,4% respecto al 2014.
Esto ha hecho aumentar la demanda de habitaciones muy por encima de la capacidad real de alojamiento. El gobierno cubano, que es muy pobre, pero nada tonto, ha visto el resquicio y se ha lanzado en tromba, viendo las posibilidades de inversión extranjera y se ha apresurado a anunciar nuevas leyes que otorguen mayores garantías a los empresarios foráneos. Y así ha dado comienzo una incipiente guerra entre las trasnacionales del ocio, por la búsqueda de buenos y nuevos contratos con ese gran monopolio empresarial llamado gobierno cubano.
Los planes, a quince años vista, incluyen la construcción de 22 hoteles nuevos, con 7.000 habitaciones. Pero también incluyen la ampliación de la terminal de cruceros, ferris y megayates en el puerto habanero, así como el rescate de inmuebles de gran valor patrimonial en su mayoría propiedades de Habaguanex, S.A. y Gaviota, ambas bajo la dirección de militares. Por no hablar de que la única constructora extranjera con licencia que hay en la isla, de nacionalidad francesa, no da abasto para construir hoteles, careciendo de mano de obra especializada que ha de traer de la India y Pakistán.
Lo cierto es que provoca más incertidumbre en los planes de inversión la elección del nuevo presidente norteamericano y su imprevisible actitud hacia la isla que la muerte del comandante Castro, que ya se consideraba como un hecho irremediable y que podía ocurrir en cualquier momento por parte del gobierno cubano.
El caso es que Cuba prevé abrirse al turismo y las empresas españolas, que al fin y al cabo son punteras en este sector, parten de una buena posición de salida para hacerse con una buena porción del pastel. No en vano, según el ministro de Turismo de Cuba, Manuel Marrero Cruz, el 48% de la inversión extranjera en el sector turístico en Cuba es gestionada por empresas españolas. Además, las 11 cadenas hoteleras españolas que tienen presencia en la isla acaparan el 74% de las operaciones en el destino. De hecho, las empresas españolas gestionan más del 90% de las habitaciones de los hoteles de cinco estrellas y el 60% de los de cuatro de la isla. Y, por si fuera poco, 15 empresas más del sector están negociando su entrada al mercado cubano.
Pero no sólo de hoteles es de lo que se habla para Cuba, una de las principales preocupaciones es que el sol y la playa no sean el único aliciente. Se habla de delfinarios, de proyectos de turismo ecológico asociados a parques naturales y de golf, que parece ser la panacea en lo que a turismo se refiere. Con este fin, ya hay dos empresas mixtas constituidas para el desarrollo inmobiliario -una con capital británico y otra chino- con las que se trabaja en la identificación de posibles áreas a lo largo de toda la geografía nacional.
Ahora, tras los últimos acontecimientos, las empresas del sector están reprogramando su hoja de ruta ante las expectativas generadas. Se prevé que en menos de un año habrá otro desembarco de empresas relacionadas con el sector turístico porque Cuba se anuncia como el destino preferido de estadounidenses y canadienses (estos últimos ya llevan a la isla un millón de turistas al año). Y esto es así por dos razones principales:
- Por un lado, que la administración norteamericana ya baraja el fin del bloqueo a medio plazo. No hay que olvidar que el comienzo del mismo tuvo lugar bajo una administración demócrata y, además, muerto Fidel, desaparece el gran símbolo de la resistencia cubana.
- Por otro, la tradición de defensa a ultranza de las inversiones turísticas extranjeras que ha mantenido el gobierno cubano. Si hacemos caso omiso del periodo revolucionario, que liquidó de un plumazo las millonarias inversiones norteamericanas, muchas de ellas vinculadas con la mafia, que existían en la isla favorecidas por el gobierno del dictador Batista.