Cuando al dueño de una pequeña empresa un empleado le roba, lo primero que hace es despedirle e intentar recuperar el dinero. Pasa lo mismo en una multinacional, si se pilla a un directivo robando, los accionistas van a por él. Sin embargo, en el ámbito político no es así, resulta sorprendente que si se descubre que alguien ha robado dinero de todos los españoles, el que lo ha puesto en ese cargo no lo fulmine de su cargo al instante. Luego ya se verá el castigo penal, al fin y al cabo la justicia es muy lenta pero lo primero debería ser castigar al ladrón y recuperar lo perdido. En España eso no es lo habitual y no lo es porque los españoles no castigan electoralmente a los políticos que actúan así. El motivo no está claro pero puede tenga que ver con la escala de valores que manejamos: no podemos castigar a los demás por hacer cosas que nosotros haríamos en su lugar. Por eso es tan importante que existan controles: nada protege más contra una tentación que evitar que la tentación sea posible. Eso se consigue con normas menos flexibles, trasparencia total y castigos.
Reducir la Deuda.- Hay que ser realistas y, aparte de negociar una quita (algo que es un último recurso porque sirve para la ya emitida pero encarecería y dificultaría la próxima a emitir) que yo sepa sólo hay dos opciones para reducir nuestras deudas: la lenta y la rápida. La lenta es que crezca nuestra economía para aumentar ingresos, mantengamos la confianza de los mercados –aunque sea gracias a BCE- y así los intereses se reduzcan, el gobierno gestione bien y consiga superávit que se destine a emitir menos, la inflación sea alta para que sea más fácil abonar las deudas a costa del ahorrador… etc. Lo malo de esta opción es, aparte de que es lenta, que es muy complicada ya que estamos en una crisis global que no invita al crecimiento precisamente, nuestros gestores siguen gastando más de lo que ingresan y pertenecemos a una unión económica donde priman los intereses de los países más fuertes económicamente que, al estar en otra fase de la crisis, entre otras cosas no desean mucha inflación y no podemos quejarnos demasiado porque sin estos socios habríamos presentado ya suspensión de pagos. La rápida es la que ya se hizo hace 2 décadas: devaluar nuestra moneda y así hacer una quita enmascarada de nuestra deuda externa. Esta opción no es viable dentro de la Eurozona y salirnos de ella nos llevaría a un cierre de los mercados exteriores lo que implicaría la quiebra. Claro, teniendo nuestro propio banco central podríamos abusar de la política monetaria pero eso aumentaría aún más la desconfianza en España y nos llevaría a una especie de autarquía económica en la que tendríamos problemas incluso para importar crudo. La única forma de que la opción rápida fuera manejable es que la Eurozona entera se deshiciera o al menos un grupo de países lo bastante numeroso como para no estigmatizarnos –fundamental que le pase también a Italia- pero mientras eso pasa –o no- sólo queda la opción lenta.
Cuidarse de los radicalismos demagógicos.- Cambiar es importante y necesario pero sin destruir lo bueno que aún tenemos. No debemos olvidar que la España actual es uno de los sitios de mayor calidad de vida del planeta y es una aspiración justa desear tener un sistema del bienestar incluso mejor que el que teníamos en 2007 pero como ya dije, eso fue una excepción histórica: hay que ser realistas, no podemos aspirar a eso si no volvemos antes, por ejemplo, al nivel de ocupados que entonces había. Proponer, cuando nunca ha habido tantos jubilados como ahora, con una mayor esperanza de vida y una gran reducción del número de asalariados y de la propia población activa, jubilarnos años antes es un sinsentido; proponer una renta básica universal, además de no ser financiable, dejaría vacíos millones de empleos de baja remuneración o acabarían cobrándose en dinero B para poder acceder a ambas pagas; proponer un sueldo máximo en relación con el sueldo mínimo supondría la salida del país de los mejores profesionales (fácil de entender con un ejemplo: ¿Cuántas estrellas del fútbol que hoy están en el Real Madrid o el Barça se quedarían si su sueldo estuviera ligado al del taquillero del estadio?) y además la experiencia demuestra que poner puertas a la ambición personal es contraproducente como por ejemplo han entendido en China donde crece el número de millonarios en un país teóricamente comunista; proponer impuestos confiscatorios hacia los grandes patrimonios a lo que conduciría es a una fuga de capitales que derivaría en una pérdida de riqueza para el país; proponer una quita de deuda de forma unilateral conduce a perder la confianza de los inversores en un país muy dependiente del crédito exterior y que acabaría quebrando lo que llevaría a la bancarrota del fondo de pensiones de la seguridad social y de la banca española –sobreinvertida en deuda pública- por lo que peligrarían los ahorros de los españoles; proponer renacionalizar empresas “estratégicas”, independientemente de mi opinión, resulta muy caro porque hay que compensar a los expropiados y el no hacerlo supondría, además del empobrecimiento de por ejemplo millones de españoles que tienen acciones de ellas, otra fuga de capitales ante la inseguridad jurídica que supone… En resumen, no deberíamos arriesgar lo mucho que tenemos cayendo en la tentación de la demagogia.
No menospreciar los pequeños cambios.- Todo suma y cuando se habla de productividad y competitividad se pontifica básicamente sobre el trabajador y sobre el empresario pero se obvia la labor de los gobiernos que, por ejemplo con un calendario tan absurdo como el que tenemos, nos torpedea a todos, incluso en un país con un fuerte sector turístico. ¿Alguien sufriría porque el Día de la Constitución en lugar del 6 de diciembre fuera el primer viernes de febrero, mes sin festivos? Y el tema de las fiestas religiosas y el argumento de la tradición: cuando yo era niño San Pedro y San Pablo era festivo, dejó de serlo y no pasó nada; tampoco ocurrió cuando San José pasó a ser fiesta sólo en algunas autonomías, ¡Y eso que es el Día del Padre! En Reino Unido tienen muchas tradiciones y eso no evitó que traspasaran los festivos a los lunes para evitar los puentes. Basta con Navidad como fiesta religioso-cultural común y Año Nuevo como civil como excepciones y todas las demás pueden aglutinarse en viernes y lunes (la Semana Santa en la mayor parte de Europa por ejemplo excluye el Jueves Santo pero celebra el Lunes de Pascua). Un calendario mejor pensado es también una forma de ahorrar costes. Para mi lo ideal sería que se hiciera un calendario común y fueran festivos por ejemplo los terceros viernes de cada mes excepto diciembre y enero (ya dije por qué) y así se crearían unas posibilidades de planificación de viajes, y en general de consumo de ocio, mayores.
Fomentar las pymes y el consumo con medidas de simplificación normativa y legal.
Para negociar con nuestros socios debemos unirnos a Italia para –ya que juntos somos más grandes que Alemania- presionar con el miedo que provoca en nuestros socios el que los dos abandonemos la Eurozona Los ingresos por impuestos aplicados a la gasolina, gasóleo etc. deberían tener un tope anual para que las subidas de precio del crudo repercutan menos en el consumidor.
No es un problema en la actualidad pero deteriora mucho el clima económico que cuando sube el barril de petróleo el coste en seguida se vea trasladado al consumidor en gran parte por las excesivas tasas. Si el gobierno tiene presupuestado unos ingresos basados en un precio que luego es más alto, ese año ingresa más y de ese “extra” se puede prescindir con facilidad en beneficio de la industria y el comercio.
Para mejorar las cuentas públicas hay que reducir gastos pero eso no implica necesariamente eliminar inversiones, hay que saber diferenciarlas: comprar tanques cuando nuestro mayor riesgo bélico viene de que Marruecos ocupe Ceuta y Melilla o abrir un aeropuerto a menos de 100 kms. de otro ya en funcionamiento son gastos y mejorar las comunicaciones con Europa o aumentar la plantilla de un equipo que persiga el fraude fiscal son inversiones.
A nivel individual, cuando las cosas nos van bien para comprar gastamos nuestros ahorros e incluso nos endeudamos y cuando nos van mal reducimos gastos y ahorramos. Está en nuestra mano comportarnos en los buenos momentos económicos como lo haríamos si fueran malos.
Aprender de los errores, ¿Qué dirán los libros de esta recesión, comentarán las vicisitudes de todos aquellos que compraron porque la cuota de la hipoteca era similar al precio del alquiler sin tener en cuenta que firmaban una deuda para décadas y que podían perder su trabajo durante ese tiempo? ¿O hablaran de la burbuja inmobiliaria como quien habla de la crisis del petróleo de 1973, sin profundizar en el drama humano? Y sin profundizar en él, no aprenderemos de verdad de toda esta historia. Y entre que no tenemos memoria y que nos recuerdan muy pocas veces los errores cometidos, no paramos, generación tras generación, de repetirlos una y otra vez. Recordemos que en 2008 mucha gente creía que esto era una crisis importada de la mala política de Bush y de los bancos de allí que apenas nos podía afectar ya que como aquí todo lo habíamos hecho bien, el precio de los pisos siempre subía, teníamos el mejor sistema financiero, superávit y una muy baja deuda pública… seríamos inmunes. Luego se creyó que pasaría como con la crisis de los “.com” en 2001 y 2002: que afectaría mucho a las bolsas y algo al crecimiento pero que no nos llevaría a la recesión…Y al final muchos de los que pensaban eso se fueron dando cuenta que en muy poco tiempo los malos gobiernos se comen los superávits e hinchan la deuda pública, descubren que el burbujón inmobiliario patrio existía así como la corrupción, la malversación, las pésimas entidades financieras, las inversiones ruinosas primando criterios políticos… y que el euro no era tan bueno ni lo era que fuera tan fácil conseguir una hipoteca o el tener en cada provincia un aeropuerto que se va a tener que pagar por una población que en su mayoría quizás no lo use nunca.
Y con este artículo acabo esta serie en la que no he pretendido confeccionar un programa electoral para las próximas elecciones, sólo haciendo notar que se pueden y que se deben cambiar cosas y que aunque algunas de esas transformaciones que propongo puedan ser radicales no por intentar llevarlas a cabo va a peligrar lo mucho que tenemos, que eso también es muy importante.