Ahora que el paso de Gran Bretaña está dado y que no parece que se pueda dar marcha atrás por ninguna de las dos partes, sólo queda seguir hacia adelante lo más rápido e indoloramente posible, aunque ya se haya advertido que el proceso puede llevar varios años. De esta forma ya hay una declaración formal del núcleo duro de la UE, los seis socios fundadores, “para decir que este proceso debe comenzar lo antes posible para que no terminemos en un limbo permanente en lugar de centrarnos en el futuro de Europa y trabajar por él” y ya se marca octubre como el mes de partida en el que el sucesor de Cameron debe mover ficha para acelerar el proceso.
Por su parte las reacciones no se han hecho esperar. De un lado, los movimientos políticos de toda Europa que utilizan el populismo como arma fundamental (aquí tenemos unos cuantos, aunque suavizados por nuestro propio clima electoral) ya hacen suya la victoria y resulta paradójico ver la unión en el discurso que tanto la derecha más extrema como la izquierda más zurda parecen tener. Así, el Frente Nacional en Francia y el Movimiento 5 Estrellas Italiano, ambos partidos representativos de las políticas de sus respectivos países, ya han aplaudido el resultado y se han apuntado al carro de los solicitantes de referéndum. Con menor peso político, fuerzas de ambos extremos de Suecia, Dinamarca y hasta de Alemania ya han empezado también a intentar ganar peso político a cuenta del antieuropeismo.
Sin embargo, lo cierto es que la cosa no pinta nada bien para el inglés. Tan sólo unas horas después de ganar, uno de los líderes del “Brexit”, Nigel Farage del UKIP, reconoció que una de las promesas realizadas en campaña, acerca de que con la salida Gran Bretaña se iba a ahorrar 350 millones de libras a la semana que podría revertir en mejorar su sistema sanitario y educativo, no es del todo exacto, y que quizás hubiera sido mejor no hacer tal promesa.
Pero no sólo eso, nubarrones bien negros se ciernen sobre la economía inglesa a corto y medio plazo. Para empezar el centro financiero de Londres seguramente se va a resentir: se calcula que entre 50.000 y 70.000 puestos de trabajo de finanzas de Londres se trasladarán al extranjero en los próximos 12 meses (Francfort ya se relame, pero París, Madrid y Dublín esperan también competir en la carrera). De hecho, se espera un éxodo masivo de empresas hacia el continente que trasladarán su sede si no quieren quedarse fuera de la UE. Y aunque hay muchos que defienden que Londres seguirá siendo un lugar muy atractivo para realizar operaciones sobre la base del euro y retan a la UE a desbaratar su “maraña de reglas asfixiantes” si quiere competir con una mayor flexibilidad, es sabido que esa posición se desvanecerá en cuanto el BCE requiera que las operaciones en euros se realicen en suelo europeo.
Lo cierto es que no se notará gran cosa a corto plazo, de hecho, durante los próximos dos años Gran Bretaña seguirá siendo miembro de la UE de pleno derecho, lo que da un cierto margen para reacomodarse sin demasiados traumas, sobre todo teniendo en cuenta, que la peor parte se la va a llevar la libra, ya que el Banco Central Europeo cuenta, en principio, con el pulmón suficiente para aguantar el envite. Será, sin embargo, durante esos dos años en los que el electorado inglés se vaya dando cuenta del embrollo en el que se puede haber metido, ya que, de cumplirse las previsiones, la recesión puede haberse ya puesto en marcha, los problemas migratorios no se van a solucionar a corto plazo, los “grandes acuerdos comerciales con Estados Unidos, la India y China pueden no compensar lo perdido con el resto de Europa y además ha vuelto a abrir la brecha del secesionismo en suelo británico: Escocia a Irlanda del Norte no parecen estar muy dispuestas a ser más británicas que europeas.
Por no hablar del conflicto particular que enfrentará previsiblemente a Gran Bretaña, ya no con nuestro país, sino con la UE, como es el tema de Gibraltar. Estaríamos hablando de un territorio extranjero enclavado en el seno de un país miembro de la UE que además de tener problemas de delimitación de fronteras, obtiene buena parte de sus ingresos a través de actividades con importantes vacíos legales o directamente ilegales, como es el contrabando de tabaco. Todo puede ser que acaben siendo los gibraltareños los que acaben gritando en la verja aquello de “¡Gibraltar Español!”.
En cualquier caso, los 17 millones de británicos que han apoyado el Brexit deben prepararse para una seria decepción. Las negociaciones de salida de la UE serán muy largas, período en el que la economía sufrirá por la incertidumbre mientras siguen llegando inmigrantes, por un lado, y tendrán que seguir aportando sus cuotas de socio de la UE hasta que el proceso acabe, por otro. Según Merrill Lynch, Reino Unido entrará en recesión en el segundo semestre de 2016. Y el proceso de salida podría alargarse hasta 2018-2019, periodo en el que no se podrá cerrar la frontera a ciudadanos europeos. Tampoco está claro que Reino Unido vaya a poder restringir la entrada a los europeos tras dejar la UE, especialmente porque el criterio de reciprocidad puede serle desfavorable.
Tan sólo hay una opción que puede aliviar ese negro panorama para Gran Bretaña: ¿y si ellos sólo han sido los primeros?