Los mercados financieros engloban, básicamente, la negociación en renta variables (las bolsas), en renta fija (tanto pública como privada, que es lo que entendemos como mercado de deuda), en divisas, en materias primas y en derivados que están basados en todo lo anterior. Tendemos a creer que los mercados financieros son una entelequia pero en realidad son la suma de millones de voluntades humanas y sus movimientos responden a ellas. Por ejemplo, si un gestor de un fondo de pensiones invierte las cuotas que ingresa en un bono de un país y éste quiebra –como le pasó a Grecia- tendrá miedo de perder su trabajo y se volverá más prudente en la siguiente compra y exigirá menor riesgo incluso si obtiene menor rentabilidad. La suma de decisiones similares de muchos participantes en el sistema financiero en un mismo periodo de tiempo tiene consecuencias globales. Por ejemplo, esto explica el aumento de la prima de riesgo –que se compre deuda alemana aunque ofrezca poco rendimiento y no la española aunque aumente su interés- así como explica el movimiento contrario el que BCE con todo su poder garantice –y se le crea- que no va a permitir más quiebras. Y cifras como el déficit, la tasa de paro, el PIB etc. son secundarias a la hora de tomar esas decisiones.
Bolsa.- (fragmentos)
Cuando finalizaba la Edad Media en Europa en lo que hoy conocemos como Benelux se ampliaban los negocios mercantiles a través de todo el mundo utilizando rutas comerciales recién descubiertas. Pero los riesgos eran muy altos y la inversión muy importante: equipar una flota de barcos con destinos remotos que podían naufragar, por mucho beneficio que se obtuviera, podía significar que un solo viaje malogrado provocara la ruina de cualquier inversor. Una asociación con otra gran fortuna implicaba dejar de poseer la gestión exclusiva del negocio por lo que surgió la idea de crear participaciones del negocio entre pequeños inversores a cambio de una rentabilidad (dividendo). De este modo, un inversor podía prescindir de hasta el 49% de su negocio, conseguir financiación sin coste y, a cambio, sólo tenía que repartir un máximo del 49% de sus beneficios, si estos llegaban, pero dirigiendo la compañía. De ahí a que se creara un mercado donde negociar estas acciones hubo un corto paso. Así, la primera bolsa moderna –donde se reunían compradores y vendedores- se fundó en 1460 en Amberes. Con ello, el que compraba acciones pensando en un dividendo, pasó a poder ganar dinero sin tener que esperar tanto. Si alguien sabía que algún barco había tenido un percance o que el precio del producto transportado había bajado, podía deshacer su inversión. En cuanto se divisaba la flota por el horizonte, sin llegar a conocer su contenido, se podía especular con ello y comprar o vender acciones. En la actualidad un cargamento de petróleo o de diamantes suele cambiar de propietario varias veces desde el puerto de origen hasta el de su destino. Como se puede apreciar, el mercado no ha cambiado tanto: se crean unos instrumentos para la inversión que llevan a la especulación. El proceso tiene que ver con la propia psicología humana, si hay algún “culpable” es nuestro propio afán de querer más y se puede extender al mercado de la vivienda…o al de los sellos. Y el dividendo, aunque sigue teniendo cierta importancia, ha perdido valor como argumento para invertir ya que la volatilidad es tan alta que esa rentabilidad se puede ganar o perder, por la evolución del precio, en minutos.
Así pues, la empresa que emite acciones en la actualidad -como entonces- lo hace porque le sale más rentable perder parte del beneficio de la compañía que endeudarse (y quizás perder capacidad de gestión al depender de los bancos). En los últimos años en España tenemos el caso de Amancio Ortega, un personaje que parecía de ficción por su secretismo hasta que decidió publicitarse, unir todas sus empresas en una marca -Inditex-, emitir acciones -y con ello tener que repartir parte de sus beneficios- y así conseguir financiación para su expansión mundial en lugar de recurrir a pedir créditos a la banca. Como en el siglo XV. Que luego dichos accionistas hayan vendido sus acciones, que otros las hayan comprado, que se hayan creado futuros y opciones sobre ellas o que pertenezca o no al Ibex poco tiene que ver con Amancio Ortega. Eso sí, el precio de esas acciones que hay en el mercado (que no llegan a ese 49% máximo del ejemplo, es mucho menos) da valor al 100% de la empresa, con lo que cuanto más altas estén, mejor para Inditex. Como caso opuesto tenemos a Mercadona que, al no necesitar financiación, no quiere salir a bolsa y así no reparte con nadie sus beneficios.
Aunque periodísticamente se suela oír la expresión “ha salido mucho papel o ha entrado mucho dinero” para justificar los movimientos bursátiles, cuando la bolsa sube es porque hay más interés en pagar más por lo que el día anterior valía menos y cuando baja al revés pero el volumen de compra y venta es el mismo.
Hay una gran ventaja en la inversión bursátil: es líquida. Las bolsas -al menos las de los países más serios- son un mercado organizado donde se puede comprar y vender con garantías, y eso es importantísimo porque determina que la posibilidad de hacer efectiva -compra o venta- la inversión, es rápida y su coste fácilmente calculable. Incluso si invertimos en derivados (futuros, opciones etc.) hay un mercado más organizado que por ejemplo el inmobiliario o el de obras de arte, en los que nunca se puede estar seguro de encontrar contrapartidas.
La mayor parte de los que compran acciones no lo hacen pensando en el dividendo sino en el potencial de la empresa para que las acciones suban de precio y así poder vendérselas a otros que tampoco buscarían el dividendo como objetivo primordial sino a su vez vendérselas a otros a un precio superior. Y así sucesivamente hasta que se llega a un precio al que nadie tiene interés en comprarlas. Cuando esto último sucede suele ocurrir que la bajada del valor de la acción es muy rápida pues si el principal motivo para comprar es pensar que se puede vender más arriba y si la tendencia es bajista, ¿para qué comprar? Esa es la explicación de por qué las tendencias al alza son más lentas que las correcciones y tendencias bajistas, mucho más violentas.
La bolsa suele ser el mercado que primero nota las crisis porque al ser tan líquido es muy fácil vender los activos, y son la mejor prueba del “divorcio” con el dinero real ya que el volumen de un solo día de negociación que lo mismo no es ni el 1% de toda la compañía puede provocar variaciones multimillonarias en la capitalización de toda la empresa. Lo que ocurre es que esto parece sólo preocupar cuando la tendencia es bajista…
No caigamos en la trampa de creer que todo lo que no sea valorado en función de la economía real está mal valorado…el Corte Inglés no cotiza en bolsa y podemos asumir por sus beneficios y su patrimonio que su valor total es, por ejemplo, 10 pero si se pusiera a la venta al mismo tiempo que Inditex, Carrefour y Mercadona en un mercado a la baja, lo mismo sólo obtendría 8 y si el mercado está al alza lo mismo podría colocarlo a 12. Ninguna valoración es inmutable ya que depende de la oferta y la demanda. Es decir, nadie conoce el precio real de las acciones pues varía constantemente y no es controlado por la compañía en sí sino por los vaivenes de los mercados. El problema es que el inversor normal que juega a especulador (la mayoría lo somos) sólo suele conocer el comprar unas acciones o el vender las que ya tiene luego suele ganar dinero solo si el mercado sigue subiendo indefinidamente.
La humildad es a mi juicio la cualidad más olvidada de las necesarias para esto: Intentar ganar dinero en bolsa empieza siempre con una rentabilidad negativa (las comisiones) y supone comprar un activo del que otro se ha desprendido confiando en que otro estará dispuesto a pagar por eso en poco tiempo más que tú. Es así de básico pero también así de osado. Y para colmo, además de todos los factores que puede desconozcamos en ese momento respecto a la inversión que hemos elegido, está el factor suerte: desde una presentación de resultados de otra compañía diferente a la que hemos comprado pero que le afecta, a una encuesta en Chicago que se hace pública e influye en el precio de nuestras acciones de una cervecera checa (por poner un ejemplo) debido a la globalización. E incluso el que nos hayan engañado en las cifras que hemos manejado a la hora de decidirnos a invertir, como les pasó a los que hace años compraron Bankia. Hay estadísticas que dicen que a largo plazo la bolsa puede ser la mejor inversión pero también hay múltiples ejemplos de acciones que jamás han recuperado su valor (entre ellas algunas de las más importantes, no penséis sólo en Terra o Colonial, pensad por ejemplo en Nokia o Telefónica)
Algo que da más importancia a la bolsa es el interés de las autoridades para controlarla pues su dinámica influye en la economía hasta el punto de ser la causa de acontecimientos en lugar de ser la consecuencia de ellos, el propio Greenspan en 2009 reconoció que la bolsa es capaz de mover la economía. Es decir, lo normal es que si la economía va bien, la bolsa suba (recomiendo leer este artículo reciente) pero puede darse el caso que la bolsa al subir mejore la situación económica y las autoridades lo saben y por eso luchan siempre que pueden contra los desplomes bursátiles y alientan las subidas. Y con ello las burbujas.