Si todo fuera tan sencillo como pedir dinero cuando lo necesitamos y asumir el coste que tiene en ese momento, o prestárselo al banco cuando nos sobra y aceptar la retribución que nos dé, los derivados no habrían nacido. Pero los mundos financieros no son tan sencillos e intentaré poner algunos ejemplos cercanos:
Imaginemos que somos una empresa turronera que sabe que durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2009 necesitará mucho dinero para poder comprar nueces, almendras, miel etc. y que a su vez sabe que durante diciembre y enero del 2010 tendrá un exceso de tesorería, fruto de las ventas navideñas ¿Por qué no puedo presupuestar desde meses antes lo que me va a costar la financiación y lo que me va a rentar el depósito de mi liquidez posterior? Para ello la mejor solución es que un banquero, tomando el precio de los depósitos y con una fórmula muy sencilla que tenga en cuenta el tiempo, calcule los precios y me ofrezca un precio a futuro con el que asegurarme -si me interesa- de un cambio brusco en los tipos de interés y así poder cuadrar mi presupuesto sin sustos.
De ahí, a especular sobre esos precios teóricos a futuro y usarlos para intentar ganar dinero con la evolución de los tipos de interés, hay un paso. Pero ese paso no es culpa del producto derivado que nace de una necesidad empresarial. Los derivados son necesarios para poder ofrecer coberturas de riesgos de tipo de cambio por ejemplo a las petroleras, que pueden invertir en libras o en euros de sus países pero acaban siempre cobrando en $. Otro ejemplo, ¿Cómo podría una empresa de autopistas disponer de la liquidez para iniciar las obras sin un coste aproximado de lo que le va a costar esa financiación en comparación a los ingresos de los peajes?
Y en cuanto al crédito y su regulación, no debemos olvidar que los mismos bancos americanos que otorgaron irresponsablemente hipotecas a los NINJA (suena mejor que subprime) son los mismos que financiaron el que Windows pasara de ser un proyecto en un garaje a un producto de utilidad casi universal. Usando unos criterios de desconfianza y seguridad, la banca no otorgó crédito a unos universitarios que estaban dispuestos a destronar al entonces todopoderoso Yahoo como motor de búsqueda en Internet y tuvo que ser un inversor particular quien financió la creación de Google Inc (una historia apasionante que viene resumida aquí si os interesa y pocos años después esos mismos bancos se peleaban por obtener sus acciones. Lo mismo podemos decir de quien se arriesgó a financiar a un arquitecto tan atípico como Gaudí (¿un contable con criterios de “no riesgo” lo hubiera hecho?) y qué decir del cine, la propia Walt Disney invirtió 6 millones de $ en “La bella durmiente” y sólo ingresó 3 pero encontró a pesar de ello nueva financiación para nuevos proyectos y mirad lo que es hoy.